Desciende al sótano del desorden
de suelo de porcelana gris
y encuentra en él
sus viejos juguetes
La muñeca de la mano mordida
el perrito sin cabeza
y le viene a la mente
ese calcetín de borlas rosas
que un día escapó
cuando lo iba a lavar
con el río
Quemó a su par en una hoguera para que nunca volviesen a estar juntos